Vacas de leche de aspecto humano


  Decíamos en la introducción que, a pesar de haberse convertido en un personaje indispensable en muchas familias, era difícil encontrar un oficio que hubiera concitado tanta oposición, tanta crítica. e incluso tanto odio como el de las nodrizas. Al referirse a ellas, Galdós decía que eran "la escoria de las ciudades mezclada con la hez de las aldeas". Zola, por su parte, no se quedaba atrás: "No hay industria más repulsiva ni más denigrante (...) Es el último grado de la bajeza estúpida, de la inconsciencia criminal."

De entrada, se negaba a las nodrizas su razón de ser. Eran varias las razones que impulsaron a las mujeres a ganarse la vida como amas de cría. En primer lugar, la miseria. La pobreza reinaba en la mayoría de los campos europeos del siglo XIX. Como escribía Torres Villarroel a finales del siglo XVIII, los campesinos se pasaban el día cosidos a una reja, "y el premio de sus congojas es comer unas migajas de sebo por la noche y vestir un sayal monstruoso, que más lo martiriza que lo cubre." 






Ante esta situación, la mujer del labriego podía encontrar un salario complementario aprovechando uno de los pocos dones que el cielo se había dignado dar a las mujeres pobres: la leche.




Otras veces se ofrecían como nodrizas madres solteras, muchachas seducidas y luego abandonadas a su suerte, que debían abandonar temporalmente a su hijo para obtener los ingresos necesarios para sacarle adelante. Así lo reconocía Galdós cuando afirmaba: "¡Qué sería de la infancia rica sin tanto menoscabo y deshonor de muchachas pobres!".








En otras ocasiones, el niño había muerto en el parto o pocos días después, ante lo cual la madre debía aprovechar la leche que aún conservaba en sus pechos.


Sin embargo, no se aceptaba ninguna de estas razones. A las nodrizas no les movía la necesidad sino la codicia, la ambición, el deseo de llevar en las ciudades una vida regalada y ociosa, pues sabían que en las casas las nodrizas eran tratadas como auténticas princesas: "Allí encontrarán, en reemplazo del grosero y escaso alimento una mesa opípara y delicada; en vez de la burda y andrajosa saya que a todo estirar apenas le cubría lo más esencial de sus carnes, ricos vestidos con brillantes cintas de plata y oro (...); en lugar del jergón de paja en que dormía, se acostará sobre tres colchones de lana o pluma."




Y para conseguirlo, no dudaban en abandonar a sus hijos, dejándolos en las aldeas al cuidado de cualquiera, cuando no en la inclusa, condenándolos a una muerte casi segura. Solo mujeres sin entrañas, sin corazón ni alma podían dedicarse a semejante oficio.


Por otra parte, a los literatos, médicos y moralistas del siglo XIX les faltaban palabras para mofarse y denostar a las nodrizas. Veamos algunos ejemplos.
De entrada, era un tópico describir a las nodrizas como mujeres feas y de dimensiones descomunales: "una mujer más ancha que larga, con cada mano más pesada que la de un almirez, y áspera como un cardo. Una mujer coloradota con mucha carne sobre los ojos y una boca capaz de tragarse a una suegra en escabeche."






Eran, además, toscas, ignorantes, de costumbres zafias, gustos vulgares, no muy alejadas de los salvajes. 
Era proverbial también su pereza, que les llevaba a no prestar la menor atención a su trabajo: "el ama durmiendo es lo mismo que si estuviese muerta; aunque le disparen al oído un cañón de a ocho no se mueve."

Además de glotonas y devorar todo lo que se ponía a su alcance, muchas se dedicaban a la bebida, provocando alborotos continuamente y poniendo en peligro la vida del bebé.




"-Pues sucede que acabo de encontrar a María borracha como una cuba, y caída encima de la cuna, pero de tan mala manera que ahogaba a la niña. Si tardo unos minutos más, la encuentro muerta.
-¡Borracha a las diez de la mañana! Ya sabía yo que bebía y había dado orden de que guardasen todos los licores (...) ¿A que no sabe usted lo que bebió? El alcohol de la lamparilla. A su lado tenía la botella vacía."


Es difícil, afirmaban sus críticos, encontrar personas que mientan más que las nodrizas. Engañaban sobre su edad, la edad de su leche, su estado civil, el número de hijos que habían tenido, si estaban vivos o habían muerto, su estado de salud, etc.



"Un día una mujer vino a verme en mi condición de alcalde para que le expidiera
un certificado exigido por la Prefectura de Policía para colocarse como
nodriza. Me disponía a buscar la edad de su hijo en el registro, cuando me 
dijo que había cumplido los siete meses. "Si no le importa, ponga que solo
dos y se lo recompensaré." Rechacé indignado semejante proposición. "Es usted
más severo que la mayoría de sus colegas, contestó; con ellos se logra lo que una
quiere, si se tiene con ellos un pequeño detalle."


Como era prácticamente imposible encontrar una sola nodriza que dijera la verdad acerca de sus cualidades, para evitar que la elección recayera en la que mejor sabía mentir, era fundamental que un médico examinara a la candidata. Pero esta precaución tampoco servía de mucho, pues las nodrizas, se decía, sabían a qué atenerse y adoptaban las precauciones necesarias. Veamos un ejemplo.



Era frecuente que, para lograr más fácilmente colocación, las nodrizas llevaran consigo a sus hijos para presentarlos como prueba viva de la calidad de la leche. En tales casos los médicos los examinaban para comprobar si estaban sanos o enfermos. Por eso era usual que las nodrizas presentaran como hijos propios a extraños.

Al entrar en la casa, la nodriza se mostraba dulce, simpática, sumisa, obedeciendo sin rechistar y aceptando con humildad y agradecimiento lo que se le ofrecía, todo ello con el objetivo de lograr el puesto y la confianza de la madre. Pero, una vez alcanzado, la nodriza se quitaba el falso velo que la cubría, "y la dueña de la casa reconoce finalmente que el ángel no era más que una mujer, ¡y qué mujer!, un verdadero diablo lleno de malicia y astucia, de mañas y testarudez."



A partir de ese momento las nodrizas se comportaban como auténticas tiranas, pues sabían que, para evitar contrariedades y arriesgarse a que se alterara la leche, la madre accedería a todos sus caprichos. Así lo reconocían las propias nodrizas en el coro de la zarzuela "Agua, azucarillos y aguardiente."

"Nos llaman amas y es lo cierto,
quien lo inventó tuvo talento; 
pero ya es sabido y no de ahora
que quien nos sirve es la señora."






Pero las principales acusaciones contra las nodrizas aún estaban por llegar...

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